Melena desordenada y físico fibroso. El último eslabón de una especie en extinción. Un central que se dejaba el alma por el escudo. Como Tarzán, dominaba su hábitat con bravura, se lanzaba sin miedo y tenía la capacidad de proteger a los suyos con fiereza. Carles Puyol no tenía la elegancia de Beckenbauer ni la exuberancia de Maldini, pero entregó su corazón al fútbol. Y al FC Barcelona. Con el brazalete de capitán apretando su bíceps, defendía los colores azulgranas con honor. En un fútbol moderno donde muchos se cuelgan de las lianas del marketing y la imagen, Puyol solo necesitaba una camiseta empapada en sudor y un equipo al que proteger.
Lo que realmente definía a Carles Puyol era su forma de entender el fútbol: jugaba con el corazón por delante. Mientras el central moderno esculpe su figura en los laboratorios del alto rendimiento, priorizando la velocidad punta y la precisión en el pase, Puyol lo hacía en el barro entre gritos de aliento. No necesitaba adornos ni grandes estadísticas. Su legado se mide en respeto y en miradas llenas de compromiso. Fue el guardián de una era dorada, el estandarte que hablaba poco, pero transmitía todo con una mirada o un gesto. “Es un capitán que se ha movido a través del ejemplo, puede que poco en rueda de prensa o a través de las palabras, pero lo demostraba donde hace falta, con hechos: siempre ha sido el primero en correr o en llegar al entrenamiento”, destacó Pep Guardiola en 2014.
Hoy, los centrales se parecen más a centrocampistas retrasados, con funciones híbridas que los alejan del arquetipo clásico. Se les exige anticipación, salida limpia, versatilidad táctica e incluso gol. En ese contexto, figuras como la de Puyol resultan reliquias de un fútbol que ya no existe. Y es que, mientras algunos defensores modernos parecen diseñados por ordenador, él era pura alma y sacrificio. Un jugador imperfecto en lo técnico, pero brillante en lo emocional. Un jugador irrepetible en lo que significa sentir los colores.
En un fútbol moderno donde muchos se cuelgan de las lianas del marketing y la imagen, Puyol solo necesitaba una camiseta empapada en sudor y un equipo al que proteger
Criado en La Pobla de Segur, no era el más alto, ni el mejor en la salida de balón, pero guiaba al Barça con un liderazgo majestuoso. “Es una persona espectacular, lo vi sufrir mucho con el Barça. Es de los que realmente es ‘buque insignia’”, aseguró Juanjo Brau, exfisioterapeuta del club azulgrana, al podcast La Obsesión. “El club todavía no ha reconocido a Puyol y ha sido el gran capitán histórico”, se lamentó Brau. Y es que a diferencia de Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Gerard Piqué, Sergio Busquets o Jordi Alba, el central catalán no tuvo un homenaje del Camp Nou en su despedida. Su último partido con la camiseta azulgrana fue el 2 de marzo ante el Almería. Dos meses y medio más tarde, anunciaría su adiós.
Puyol es uno de los pocos futbolistas del exclusivo círculo de los One Club Man. El central catalán se formó en las categorías inferiores del Barça y estuvo más de una década en el primer equipo azulgrana. Debutó a las órdenes de Van Gaal el 2 de octubre de 1999 y ganó seis Ligas, tres Champions, dos Copas del Rey, dos Supercopas de Europa, cinco Supercopas de España y dos Mundiales de Clubes. Además, con la selección española formó parte de la mejor generación de la historia, conquistando dos Eurocopas y el Mundial de 2010 en Sudáfrica.
El central se retiró en junio de 2014. Las lesiones acortaron una carrera espectacular y frenaron al corazón del Barça. Con 36 lesiones en 15 temporadas, las rodillas fueron su mayor problema. “Mis problemas de rodilla han persistido, he hecho todo lo que he podido, pero mi carrera en el Barça se acabará el 30 de junio”, dijo en un acto en el Auditori 1899 el 15 de mayo de 2014. “Si de pequeño me hubiesen dicho que tendría esta carrera, no me lo habría creído. He vivido el sueño de miles de niños y soy un privilegiado”, añadía. Para cerrar su discurso, no se quiso olvidar de grandes amigos que habían fallecido: “Por último, recordar a personas muy importantes para mí que desgraciadamente no están aquí: Antoni Oliveras, mi padre, Miki Roqué, Luis Aragonés y Tito Vilanova”.
El ‘Tarzán de la Pobla’ es uno de los mejores futbolistas de la historia del Barça. En la Ciudad Condal, la gente lo recuerda con cariño. Y es que dentro y fuera del terreno de juego, siempre se comportó como un señor. Uno de los momentos más especiales y recordados fue cuando en 2011, tras ganar la Champions en Wembley ante el Manchester United, renunció a levantar la ‘Orejona’ para que lo hiciera Éric Abidal, que acababa de superar un cáncer de hígado. “Tu gesto siempre me acompañará”, dijo el lateral francés en la retirada del capitán azulgrana. Ese era Puyol.
Mientras el juego se desdibuja entre cifras, focos y tendencias tácticas, su figura permanece intacta, como una estatua. No habrá un nuevo Puyol porque el fútbol actual ya casi no fabrica jugadores así
Para Piqué fue su “ángel de la guarda”. Moldeados ambos en La Masia, formaron una pareja de ensueño en el Barça y en la ‘Roja’. “Mi generación y las que vienen detrás no saben qué es un Barça sin ‘Puyi’ en la defensa, con el brazalete y el ‘5’ a la espalda. Supongo que ya nada será igual”, decía Piqué en un sentido mensaje en sus redes sociales. El central catalán también destacó dos momentos: “Si miro atrás y recuerdo París o Roma, la primera imagen que me viene a la cabeza eres tú levantando la Copa de Europa. En Wembley le cediste el honor a ‘Abi’, detalle que todavía te hace más grande”.
La pareja Puyol-Piqué se complementaba a la perfección. Puyol era garra; Piqué, en cambio, el ejemplo de central moderno con buena salida de balón, inteligencia y gran distribución. “A tu lado me sentía protegido, sabía que si un día fallaba, tú estarías allí para salvarme. Eres mi ángel de la guarda”, se sinceraba Piqué. “Quiero que sepas que echaré de menos nuestras charlas en el vestuario, tus consejos y sobre todo, tus ‘broncas’ sobre el terreno de juego”, añadía. Y, con un toque de humor inconfundible, el central catalán finalizó: “Me hace mucha gracia cuando hablan de fichar al ‘nuevo Puyol’. Que sigan buscando, porque nunca lo encontrarán”.
Carles Puyol nunca fue solo un defensa. Fue corazón, garra, un símbolo de fidelidad. Mientras el fútbol se desdibuja entre cifras, focos y tendencias tácticas, su figura permanece intacta, como una estatua tallada en barro y nobleza. No habrá un nuevo Puyol porque el fútbol actual ya casi no fabrica jugadores así. Su cabezazo en el Santiago Bernabéu, en el 2-6 al Real Madrid, y en las semifinales de la Copa del Mundo de Sudáfrica ante Alemania son inolvidables. Pero se fue sin hacer ruido, como llegó, y dejó un estruendo imposible de silenciar. Porque Puyol fue un central único. Puyol fue todo corazón.
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Fotografía de Getty Images.