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La promesa de Mikel Arteta

Cuando colgó las botas y el brazalete del Arsenal, Mikel Arteta se prometió devolver a los 'Gunners' a lo más alto. Y así lo ha hecho. ¿Cómo lo ha logrado? Buscamos la respuesta en sus orígenes

Mikel Arteta

Este reportaje sobre los orígenes de Arteta está extraído del interior del #Panenka136, un número que sigue disponible aquí

Las primeras veces dejan a menudo sentimientos encontrados. Pero la de Mikel Arteta en Highbury, una tarde de mayo de 2005, fue muy clara: derrota por 7-0 y la sensación inequívoca de que una ‘locomotora’ les había atropellado. El centrocampista donostiarra, que entonces tenía 23 años y vivía sus primeros meses en Inglaterra con la camiseta del Everton, aún recuerda el “asombro” que le causó esa paliza sufrida por los ‘Toffees‘, que, aun así, se aferraban a la cuarta posición de la Premier League: “Fue una locura. En dos pases se plantaban en nuestra área”.

Cuando unos años después, en 2011, el donostiarra recibió la llamada de los ‘Gunners‘, la aceptó sin dudarlo, deseoso de descubrir los engranajes de la maquinaria rojiblanca. Pero lo que descubrió en Londres fue, principalmente, que aquel ya no era el Arsenal que se había divertido pasándole por encima. Su llegada sirvió, antes que nada, para amortiguar una transición deportiva que había transformado a ese conjunto voraz de los 2000 en una alternativa simpática. La aventura duró cinco años, hasta que, en 2016, las repetidas lesiones lo llevaron a colgar definitivamente el brazalete. El Arsenal estaba a punto de caer del big four por primera vez en 20 años, y Arteta, mientras hacía las maletas, se prometió que un día volvería para despertar a la bestia. No eran palabras vacías: cuando Wenger dejó el club dos años después, el ya exjugador envió su currículum a Raúl Sanllehí, entonces director de fútbol de los ‘Gunners‘. “Nos reunimos dos veces con Mikel, y fueron encuentros muy interesantes, en los que nos dejó realmente boquiabiertos”, recuerda Sanllehí. “Llevaba dos años trabajando en el Manchester City con Guardiola, pero nos pareció que le faltaba experiencia”, aclara. La directiva londinense optó finalmente por Unai Emery, más asentado, pero le prometió a su excapitán que sus caminos se volverían a cruzar. Y así fue. Ocurrió a finales de 2019, cuando el Arsenal decidió prescindir del técnico de Hondarribia a pesar de una primera temporada alentadora. En las entrevistas previas, Arteta hizo de Arteta, planteando más preguntas que sus futuros jefes. Así es él, un comecocos que engulle todos los detalles posibles e imaginables para tener en cuenta todas las posibilidades.

 

En su primer día, apareció en el vestuario con una pelota que puso delante de las narices de sus jugadores. “Chicos, miradla bien. Miradla bien porque nos pertenece. La necesitamos. Tenemos que estar obsesionados con ella y protegerla”

 

A Mikel Arteta le gusta enviar mensajes. En su primer día al frente de los ‘Gunners‘, apareció en el vestuario con una pelota que puso delante de las narices de sus jugadores. “Chicos, miradla bien. Miradla bien porque nos pertenece. La necesitamos, y todos tenemos que desear tocarla. Tenemos que estar obsesionados con ella y protegerla”, les dijo. A continuación, organizó una reunión con los diferentes servicios del club. Colocó unas cuantas sillas de cualquier manera para comenzar su discurso, para simbolizar el enorme desorden que se había encontrado al aterrizar. “Su mensaje fue: ‘hoy la situación del club es esta, pero con el tiempo todo volverá a la normalidad'”, cuenta Alexandre Lacazette, que vivió la revolución desde primera fila, hasta su regreso al Lyon. “Un año después, volvió a convocar la misma reunión, pero con las sillas alineadas. Sabíamos muy bien que no iba a ser tan fácil, pero se esforzó por llevar a todos a su terreno y reconectar con todo el mundo”, revela. Con ‘todo el mundo’, el goleador se refiere al fotógrafo, los empleados de marketing, los cocineros, los responsables comerciales, el entrenador de los benjamines y hasta los aficionados, que entonces estaban al borde de un ataque nervios. “Mikel nos dijo que el Arsenal era un gigante dormido, y que necesitaba la ayuda de todo el club para despertarlo”, relata un extrabajador. Menos de tres años después, ya ha cumplido, en parte, su promesa. Por primera vez desde 2004, el Arsenal ha estado a punto de reconquistar la corona de la Premier League. Pero, ¿con qué receta?

LECHERAS Y ATASCOS

Desde Gipuzkoa, Mikel Etxarri se ha acostumbrado a responder a esa pregunta. Parte de sus exalumnos, entre ellos Julen Lopetegui, Andoni Iraola, Jagoba Arrasate, Xabi Alonso, Unai Emery y, claro, Mikel Arteta, lo siguen conociendo como ‘profe’. “Alguna vez me han preguntado si hay una receta mágica; pero no, para nada”, asegura Etxarri, director de la escuela de entrenadores del País Vasco y extécnico del Eibar. “Llevo 44 años formando técnicos, y te aseguro que nuestra propuesta es la misma que la de la federación española”, añade. Evidentemente, el educador tiene su teoría personal sobre el éxito de la escuela vasca: “Somos gente que venimos de un mundo laboral próximo a lo rural y a la industria. De personas que trabajaban duro desde muy jóvenes. Además, en los deportes que se practican aquí se usan herramientas cotidianas: cortar troncos, levantar piedras, hacer carreras cargando con lecheras… Hay una historia de esfuerzo y cooperación en nuestra cultura, y eso lo vemos en los equipos dirigidos por nuestros entrenadores”, detalla.

¿El caldo de cultivo del joven Arteta? La playa de la Concha de San Sebastián, donde jugaba junto a Xabi Alonso y a Aritz Aduriz, pero también los terrenos de juego del Antiguoko, club de barrio y espíritu formativo donde se recuerda al joven Mikel como un niño tan introvertido como “espectacular e inteligente”. “Lo vieron jugar, como a otros muchos talentos de la época, sobre la arena de la Concha, donde los niños echaban partidos cuando bajaba la marea. De verdad, es uno de los mejores jugadores que han pasado por el Antiguoko. ¿Has visto esos vídeos de Messi de niño? Pues Mikel era así, pequeño y técnicamente maravilloso. Ya jugaba con las dos piernas, desplazaba bien el balón, estaba muy centrado y era muy competitivo”, desliza Roberto Montiel, uno de sus exentrenadores.

 

De Donosti a Gran Bretaña, Arteta se hizo futbolista mientras ya pensaba como técnico. Hoy brilla en un Arsenal resucitado

 

Los dos grandes del fútbol vasco lo seguían de cerca. Un tal José Luis Mendilibar, entonces técnico en la cantera del Athletic Club, lo observaba todas las semanas. “Debía medir 1,63 m. Técnicamente ya destacaba. No había que ser un lince para darse cuenta”, escribió el propio Mendilibar en Relevo en noviembre de 2022. “No era rápido, pero no perdía el balón casi nunca y siempre lo jugaba con sentido. […] Le gustaba asociarse con el mediocentro y también dar pases decisivos arriba. […] Se podía intuir, puestos a ello, que alguien con esa inteligencia con el balón y con ese entendimiento del juego también puede desarrollar la facultad de enseñar a entender el juego a los demás”, relataba. Arteta cultivó ese don entrenando una vez por semana con el conjunto bilbaíno, donde lo consideraban una apuesta de futuro. Pero no contaban con los ojeadores del Barcelona, que veían en él a un nuevo Guardiola. Arteta se trasladó a Catalunya en el verano de 1997. Apodado ‘Guardioleta’ por sus preparadores, afinó su aprendizaje a la sombra de un veterano Pep y de un prometedor Xavi, y ganó la Eurocopa sub-16 en 1999, antes de quedar atrapado en el ‘atasco’ de los años 2000.

“Ocupaba una de las posiciones más características del Barça, la de número ‘6’. La de Guardiola, Busquets…”, explica su compañero en La Masia Roberto Trashorras. “Era menos estático que Pep, y en las inferiores de la selección siempre era él quien llamaba la atención. Pero Pep todavía estaba, y Xavi tenía cada vez más participación; Motta llegó en 2001, Iniesta también aparecía… Y Mikel eligió marcharse”, relata. No esperó a jugar un partido oficial con el primer equipo barcelonista. “Es una de las cosas de las que más me arrepiento, porque el Barça era un sueño para mí”, suele lamentar Arteta…

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